El demonio, la serpiente, la mujer y la manzana




Después de que Adán (singularización del génerico hebreo adam = hombre) fuera instalado en el jardín de Edén, Yaveh le concede el derecho de disfrutar de sus delicias, pero con una excepción. En Génesis 2.17 Yaveh dice: "no comerás de los frutos del árbol de la ciencia del bien y del mal..."

De otro lado, Yaveh crea a una mujer, Eva, seguramente del hebreo havvah-hayah = vivir, porque quedó escrito en Génesis 3.20.: "el hombre llamó Eva a su compañera, por ser la madre de todos los vivientes...". La mujer fue fabricada con una costilla del hombre, por lo que Adán dijo aquello de “ésta si es hueso de mis huesos y carne de mi carne”. Pero los judíos y luego los cristianos y los musulmanes no se dieron cuenta de que, más atrás en el texto, la mujer ya había sido creada. Leemos en Génesis 1.27: “creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios los creó, y los creó macho y hembra”. Es decir, que la mujer fue creada dos veces. Es explicable. Los relatos más antiguos de los hebreos proceden de tradiciones muy anteriores, las mismas que inspiran los relatos egipcios, mesopotámicos e indostaníes, en las que la diosa madre tenía un lugar preponderante. Por simplificar, hablamos de Isis, la madre del universo. Cuando los escribas del patriarcado posterior a Abraham “limpiaron” las escrituras no pudieron evitar que se les escaparan algunos gazapos en el texto. Este del 1.27 del Génesis es uno de ellos. Ha habido larga leyenda sobre la hipotética primera mujer, a la que identifican con Lilith, muy extendida entre protofeministas y órdenes mistéricas del XVIII y XIX. Pero el asunto central es que el texto bíblico transmite la idea de que ambos, mujer y hombre, hubieran vivido eternamente felices en el jardín si no hubiesen violado aquella prohibición sobre los frutos del árbol. Pero en el jardín había un ser que iba a cambiar todos los planes divinos. Así está escrito en Génesis 3.1.: "pero la serpiente, la más astuta de cuantas bestias hay en el campo..."

El texto nos describe a la serpiente como un ser inteligente que posee las facultades de hablar y de engañar. La palabra siempre ligada a la verdad y a la mentira: la palabra la tenía Yaveh, la palabra la tenía la serpiente. Así, de este modo, por medio de tretas, la serpiente consigue que Eva coma del fruto prohibido e incite a Adán para que lo coma también.

Hagamos un inciso. Es muy popular y extendida la historia de que la fruta del bien y del mal era una manzana, lo cual es muy poco probable. La manzana era venerada como la fruta sagrada por celtas, germanos y escandinavos, y también muy apreciada por los romanos, la fruta a la que Virgilio dedicó varios poemas. Avalón es la isla a donde iban los espíritus de los bienaventurados y los héroes de la mitología atlántica, Arturo entre ellos, y avalón significa jardín de manzanos, lo que en asturiano se llama pumarada. El error vino de la traducción de la biblia latina a las biblias romances. La versión romana nos habla de poma, que nos remite a oppidum, abundante, no a pumar (asturiano) o a ponme (francés). Lo más probable es que la fruta del Edén fuera un higo o una granada, símbolos de abundancia por los granos que encierran dentro de la piel. Personalmente me inclino por la granada, presente en los capiteles de las dos columnas del pórtico del templo de Salomón.

Volvamos a la culebra. En el relato original, la maldad de la serpiente carece de móviles, o bien, desde otro punto de vista, su actitud obedece a una innata complacencia en la perversidad. Sin embargo, los judíos de épocas postexiliares, aportan una mayor dosis de comprensividad, aunque lo hacen introduciendo una modificación fundamental en la concepción de los poderes ultraterrenos. De este modo, van a identificar la serpiente con Satán, que es el espíritu del mal, lo mismo que Yaveh es el espíritu del bien. Es esta una concepción derivada del pensamiento religioso persa.

Efectivamente, Satán aparece con motivo de uno de los abundantes pecados cometidos por David, rey y profeta. Se trata del censo que ordenó realizar sobre las poblaciones de Israel y de Judá. Los judíos anteriores al exilio y los posteriores tienen versiones diferentes. Así, en el segundo libro de Samuel 24.1., se lee: "volvió a encenderse el furor de Yahvé contra Israel, e impulsó a David a que hiciera el censo de Israel y de Judá...". Es decir, sólo a Yahvé se le considera origen de todas las cosas, por lo que sólo él puede impulsar a David hacia el pecado.

Pero después del exilio, los judíos entienden que es blasfemo suponer que en Yahvé está el mal, por lo que introducen en la historia sagrada a Satán, que es el Arimán del zoroastrismo, principio casi igual al del bien (Ahura Mazda u Ormuz) e independiente de éste. De hecho, satán en hebreo significa adversario y no tiene porqué ser un concepto sobrenatural, sino que la biblia lo emplea frecuentemente para designar al enemigo irreconciliable. Así lo expresa el primer libro de Crónicas 21.1.: "alzóse Satán contra Israel e incitó a David para que hiciese el censo de Israel..."

Satán no aparece en la biblia hasta las Crónicas y es ahí donde se efectúa la equivalencia entre la serpiente que tentó a Eva y el principio del mal. Y esta historia no tendrá gran tradición ni entre los judíos, ni entre los cristianos, ni entre los musulmanes. De hecho, sólo en épocas de fuerte integrismo y de moral puritana se recuerda con vehemencia la existencia de un principio del mal personalizado en la figura de Satán. En este sentido, El paraíso perdido de Milton es un claro ejemplo de recreación de la figura de Satán y tal vez se pueda considerar la obra cumbre del género.

A partir de aquí, de la época postexiliar, Satán se convierte en el cedazo que criba a la humanidad. Sus tentaciones sirven para que se cumpla el plan divino y, en este sentido, posee menor independencia que el Arimán persa porque, en último término, obedece directa o indirectamente los designios de Dios.

Más tarde, cuando se helenizan las escrituras hebreas, aparece el diabolos, el difamador (literalmente, diabolos significa arrojar en medio), de donde procede también el eblis musulmán.

La iconografía del diablo, básicamente deudora de los ritos templarios y, concretamente, de la cabeza de Baphomet, nos muestra un ser con cabeza y patas de macho cabrío y senos y brazos de mujer. Así suele representarse en el tarot, siendo su arcano décimoquinto. Esta visión se relaciona con la iconografía de la esfinge griega, por cuanto que integra los cuatro elementos: sus piernas negras corresponden a la tierra y a los espíritus de las profundidades; las escamas verdes de sus flancos nos remiten al agua, a la disolución; sus alas azules aluden a los silfos, y también a las membranosas alas de los murciélagos, ciegos, carnívoros, nocturnos y voladores; y la cabeza roja es signo de fuego e imagen de la salamandra, elemento esencial en la transmutación alquímica.

Existe una clara coincidencia entre el diablo con los devas del zoroastrismo, que son los personajes que luchan bajo las banderas de Arimán, principio del mal. Pero los devas no son personajes maléficos, sino benéficos. Por otra parte, la palabra deva no nos llegó a occidente desde el persa, sino desde el sánscrito, por lo que conserva un contenido sagrado. De deva deriva deus, dios y dieu, así como el adjetivo divino. Y Deva es la diosa de las aguas de la mitología ástur, siendo la encargada de traer a los niños y proteger a las madres.

No parece existir explicación para tal contrasentido, pero puede existir una muy simple. Es fácil que los judíos considerasen personajes maléficos a los que eran benéficos en los países vecinos, lo mismo que la iglesia romana condenó a la maldad intrínseca a los dioses griegos e incluso al dios único de judíos y musulmanes. Y lo hizo, fundamentalmente, en épocas de enfrentamientos políticos y militares con esas comunidades.

Volviendo al inicio, la historia de la serpiente es extraña a lo que podríamos considerar el ambiente bíblico. En contraposición a otras mitologías, los judíos no son partidarios de creer en animales que hablan ni de contar historias acerca de ellos. De hecho, si mis conocimientos no me fallan, sólo en otra ocasión aparece un animal dotado de habla, la burra de Balam, una especie de hechicero mercenario de origen moabita que pactó con los adoradores de Baal, tal y como nos cuenta el libro de los Números. En este sentido, es muy posible que la historia de la serpiente sea un relato extremadamente primitivo, de origen panteísta, y que sea un resto de los antiguos mitos de la naturaleza.

En este sentido, la serpiente nos lleva a un conjunto de funciones y signos de lo energético, símbolo más antiguo, más permanente, más inmanente y más generalizado que el de Satán o el diablo. La serpiente es símbolo energético por antonomasia, símbolo de la fuerza pura y sola, y por eso posee ambivalencias y polivalencias. Sus rasgos dominantes (avance reptante, asociación al árbol, muda de piel, silente, silbante, agresividad) o sus diferentes biotopos (ríos, desiertos, bosques, estepas, mares) han hecho de este animal un símbolo universal.

La serpiente, en solitario, es espíritu de las aguas, protectora de la vida y de la inmortalidad, representando los grandes arcanos. Pero en grupo representan las fuerzas de la destrucción, de las tentaciones, pudiendo decirse que la serpiente simboliza la seducción de la fuerza por la materia. Por eso se puede explicar que Jasón sea seducido por Medusa y Hércules por Onfale. Y aquí tal vez esté la clave que nos permita observar cómo el mito de la serpiente de Edén es tan antiguo que perdió sentido simbólico para los escritores del Génesis: se atribuye a una serpiente solitaria el significado del batallón de serpientes, cosa que nunca muestran las mitologías más recientes o más evolucionadas.

Hay una evidente ligazón entre la serpiente y lo femenino. Tal vez la serpiente de Edén sea el símbolo de Lilith, la amante, la voluptuosa, frente a Eva, la madre, la esposa. Por eso la serpiente aparece en la edad media con todo el peso de su simbología, y sobre ella y sobre la mujer cae todo el peso de la intolerancia y del fanatismo. En esa época integrista y delirante, Satán vuelve a aparecer como gran principio, el diablo se encarna y copula con la bruja, la culebra aterroriza Europa.

Una última interpretación sobre el símbolo de la serpiente en el jardín de Edén se basaría en que, tal vez, no sea un símbolo. Es muy posible que el símbolo sea la serpiente enrollada en el árbol frutal. Entonces, sí tiene un sentido de dualidad, ambivalente, de vida y muerte, de pecado y victoria, de bien y de mal. En suma, de verdad, de conocimiento y de espíritu científico. Así está escrito: "no comaís el fruto del arbol de la ciencia del bien y del mal...". Y un reptil añadió: "si lo haceís, sereís como dioses...". Y la mujer y el hombre comieron, lógicamente.

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