Viejas tradiciones: el rito masónico de emulación
El
rito de emulación es un rito de indudable antigüedad, pudiendo afirmarse que se
trata de uno de los ritos masónicos más cercanos a la tradición más vieja,
pero, al mismo tiempo, posee una historia relativamente corta en su plasmación
escrita, puesto que ésta no se llevó a cabo hasta el último tercio del siglo
XX.
En
1722 apareció en Londres una versión de las antiguas constituciones de la masonería en las que se podía leer lo
siguiente: “os exhorto a honrar a Dios en su Santa Iglesia. No os dejéis llevar
por la herejía, el cisma y el error en vuestros pensamientos y en las
enseñanzas de hombres que hayan perdido su credibilidad”.
Se
trataba, evidentemente, de un ataque frontal a la reforma luterana y al
anglicanismo, es decir, una toma de postura muy evidente a favor de la iglesia
romana o, como se decía en la jerga de la época, a favor del bando papista. Un año más tarde, en
1723, las constituciones redactadas
por Anderson ponían el contrapunto. Estas nuevas constituciones defendían el principio de tolerancia religiosa como característica fundamental de la
francmasonería.
El
cisma en la orden era, prácticamente, inevitable. La Logia de York se proclama
como Gran Logia de los Masones Antiguos, siguiendo un rito que, con el tiempo,
daría lugar al actualmente conocido como rito
inglés antiguo, que siguen practicando las logias llamadas yorquinas, sobre todo en Estados Unidos.
Estos antiguos reprochan a los modernos la supresión de las referencias
a San Juan Bautista y a San Juan Evangelista, el abandono de las plegarias, la
modificación o alteración de los rituales y, sobre todo, la descristianización
de la masonería. En el fondo, al margen de pleitos políticos e incluso
dinásticos, trataban los yorquinos de poner coto a la tradición escocista, a la
que consideran propia del antiguo paganismo céltico.
Hasta
1760 no existen prácticamente contactos entre antiguos y modernos, pero en este
año comienza un proceso de acercamiento. Después de tres décadas, en 1813, las
dos tendencias se unen definitivamente con la creación de la Gran Logia Unida
de los Antiguos Masones de Inglaterra, siendo elegido gran maestro el duque de
Sussex, quien, previamente, había sido nombrado gran maestro de cada una de las
facciones.
Entre
los muchos problemas que planteaba la unificación había uno de singular
relevancia: la práctica ritualística. El problema radicaba en conciliar la
oralidad con el estricto respeto al ritual. Para lograr tal fin se constituyó
una logia dedicada a la fijación de un ritual que recuperara fielmente la
tradición originaria.
Esta
logia, aún hoy existente y que, realmente, nunca fue una logia propiamente
dicha, puesto que sólo se dedica a perfeccionar el ejercicio ritualístico, es
la Emulation Lodge of Improvement. Una desafortunada traducción hizo que el
rito de la logia llamada emulation
fuese conocido en el ámbito lingüístico español como rito de emulación, cuando lo correcto sería denominarlo rito de perfeccionamiento, es decir,
rito de improvement.
Ya
en el siglo XX, concretamente en 1925, el rito de emulación fue un tanto
afrancesado por las modificaciones introducidas por Drabble. Y, finalmente, en
1972 el rito abandonó su estricta oralidad para ser escrito.
Con
respecto a otros ritos masónicos, el de emulación posee una serie de
características. Como singularidad principal, este rito se caracteriza por la
oralidad. A pesar de que todo el ritual está escrito desde hace cincuenta años,
la práctica emulacionista debe realizarse de memoria, sin recurrir al texto.
Ello es debido a que el propósito de una logia de emulación es,
fundamentalmente, la asimilación perfecta del ritual, por lo que las tenidas se
viven de forma muy similar a como si fueran oficios religiosos.
Cuando
aparecen problemas, éstos nunca son tratados en tenida sino en el comité de la
logia, formado por los oficiales de la misma y los pasados maestros que aún se
encuentren en activo aunque no desempeñen oficios en ese momento. Esta práctica
intenta, precisamente, que no se rompa la armonía del taller, cuestión
directamente relacionada con la vocación ritualística.
La
tenida finaliza con un ágape que también contiene elementos ritualísticos, con
una serie de brindis que se inicia con tres obligatorios a los que sigue un
número indeterminado de ellos, cuya cantidad y contenido son potestativos del
venerable maestro de la logia, y que finaliza con un hermosísimo brindis del
retejador. A partir del tercer brindis el rigor se relaja un tanto,
convirtiéndose el ágape en una cena cordial cuyos límites sólo están marcados
por las costumbres y usos regulares de la orden, como puede ser el de evitar
las discusiones partidistas. Dicho rigor se recupera en el brindis del
retejador, tras el cual se da por finalizada la reunión.
El
color del rito de emulación es el azul celeste. Este color representa, en
términos generales, tanto al cielo como al mar, pero también simboliza el
espíritu, el pensamiento, la razón, la tolerancia y la paz. Por tanto, como
vemos, también el color nos remite a la idea de armonía, tan fundamental en la
práctica de este rito. Del mismo modo, también las bandas y los cordones son de
color azul celeste.
El
mandil del maestro de emulación es blanco y azul celeste, con cadenas y bolas
plateadas. A este respecto, tanto algunos masones como otros estudiosos de la
masonería han considerado que el azul representa los hematomas del cuerpo de
Jacques de Molay. Según esta interpretación, sobre el inocente manto blanco de
la Orden del Temple se proyectan los hematomas de su último gran maestro,
torturado en las mazmorras de la inquisición parisina.
La
piedra de emulación es el zafiro, mientras que el planeta que rige sobre el
rito es Júpiter. Por su parte, de entre los metales le corresponde el estaño,
metal básico para aleaciones y que es tan resistente como maleable. Y, por
último, como valor le corresponde la razón. Por hacer una comparación con el
rito escocés antiguo y aceptado, su gran rival
y dominante en la Europa continental y Latinoamérica, a éste le corresponden,
respectivamente, el rubí, Marte, el hierro y el ardor.